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Marcelo Filippini

“Al maestro con cariño”

Cuando me puse a pensar que titular iba para esta nota, lo primero que vino a mi cabeza fue el nombre de aquella película de Pottier “Al maestro con cariño”.

 

En este caso tendría que ser un poco diferente, pero no mucho (ya se darán cuenta porque les digo esto).
Alguien podría llegar a imaginar que una profesora de 3er. año de Matemática del liceo Nro.15 de Carrasco pudo haber sido “indirectamente” la propulsora final para que Marcelo “Chelo” Filippini se convirtiera en uno de los mejores tenistas de toda la historia del Uruguay?.

 

Se aproximaban las Vacaciones del mes de septiembre en el Uruguay, allá por 1983. Al flaco jugador ya le seducía la idea de abandonar los libros y sustituirlos por la raqueta y la pelota.

 

Su profesora de “números” de aquel entonces le “solicitó”, “Por favor no vengas más”. El rogar no era necesario para que el jovencito deportista decidiera entre una cosa u otra. No se caracterizaba por la buena conducta y tampoco por una muy buen actitud en el centro de estudios. En todo grupo y más en lo que respecta a los jóvenes, existe el clásico “rompe pelotas”, en este caso no era más y nada menos que Filippini, como llegó a asumirlo. Esto iba de la mano con la “premiación” continua en “invitarlo” al abandono del aula.

 

Su decisión de apostar de lleno al tenis, no estaba muy errada, hasta llegó a ser evaluada por un psicólogo. Cuando tenía 10 años, su profesión ideal para el futuro era la de ser tenista, esto llevo a que sus padres lo enviaran a dicho profesional. En el Uruguay de los comienzos de los 80’s era demasiado “raro” que un niño no quisiera ser futbolista y mucho menos querer ser tenista. Un par de meses con el psicólogo bastaron para que todo el mundo a su alrededor reconociera que su finalidad pasaba más por una raqueta que por un cuaderno.

 

No era de extrañar demasiado el amor por el deporte ya que era inculcado de continuo por sus padres. Si su conducta llegaba a jugarle una “mala pasada”, se le sancionaba en todo, menos en la práctica (se repartía entre el baby fútbol y el tenis).

 

Su mamá trabaja en la boutique del Carrasco Lawn Tenis. Cuando Marcelo recibía la clásica invitación para “retirarse de clase”, el joven entraba por atrás del quincho de dicho complejo deportivo y se “hacia” su clásica siesta hasta pasado el mediodía. La común respuesta del “me faltó un profesor” no se hacia esperar, cuando este era cuestionado por su llegada antes de hora.

 

Desde niño Marcelo El Travieso, se destacaba entre sus pares a nivel sudamericano. Con 11 años, estaba entres los tres mejores en su categoría. Se podría llegar a la conclusión que se generó una combinación perfecta, entre “el poco amor por el estudio” y sus “grandes condiciones” para el tenis.
Así que en 1983, se tomó un poco más en serio lo que era su futuro profesional y a la prueba está. Sus triunfos, su ubicación en el ranking mundial, sus actuaciones en la Copa Davis, lo avalan para considerarlo entre los mejores tenistas uruguayos de todos los tiempos.

 

Es difícil asociar aquel jugador “clásico de tenis”, impecablemente vestido, concentración constante, serio, calenturas “ubicadas” y respeto por el rival con el adolescente jodon, poco estudioso y rebelde.

 

Por más pequeño que uno sea, se puede ser visionario con uno mismo, en este caso vaya si Filippini lo fue. También no hay que restarle mérito a aquella profesora de matemática que le dijo (me imagino con voz “poco dulce”) “Por favor no vengas más”. Ahora si podemos titularlo “A la profesora con cariño” .


Escribe: Juan Pablo Taborda

Juan Pablo Taborda

Juan Pablo Taborda

Periodista Deportivo
Responsable Periodístico en @GolTV
Conductor en @espectadores810
Columnista en Polideportivo Canal 12

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