El 20 de setiembre del año 2000 el sanducero Milton Wynants conseguía la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Sídney.
Recuerdo muy bien esa mañana, cuando escuchando a la emisora Sport 890, los relatos de Federico Buysan desde los lejanos Juegos en Sidney me hicieron emocionar escuchando la gran hazaña de «Milton, El Grande».
Una medalla utópica por donde se le mirase, hacían 36 años que nuestro país no conseguía una condecoración olímpica (en esa oportunidad fue la de Bronce a través de Washington Cuerito Rodríguez, en Tokio) y más de 50 años en lograr una plateada (Eduardo Risso en remo en Londres 1948).
Para los Juegos Olímpicos de Sidney el velódromo Dunc Gray fue el escenario donde el uruguayo obtuvo el 2º lugar en la prueba por puntos, detrás del español Juan Llaneras y por delante del ruso Alexey Markov.
Cuando finalizó la prueba no sabía en que puesto había conseguido, la de bronce era casi una certeza pero tenía la duda con la Plata y fue su técnico Hugo Scrycky que casi se la confirma pero quería asegurarse con el Tablero Electrónico.
En tierras uruguayas se festejó lo logrado por nuestro compatriota y fue motivo de charlas durante varios días, el nombre de Wynants estaba en boca de todos y por lejos dejó una marca que a través de los años se seguirá valorando y más aún cuando en competiciones posteriores, Milton se encargó de demostrar que no fue obra de la casualidad lo conseguido en los Juegos Olímpicos de Sidney 2000.
La imagen del ciclista oriental dando la vuelta en la pista del velódromo con la bandera celeste en sus manos fue una constante en las emisiones televisivas, se convirtió en un héroe nacional dejando en claro que en base a esfuerzo, amor propio y dedicación los objetivos que uno se plasma pueden lograrse.
Escribe: Juan Pablo Taborda
